“Lo importante es que vivieron y murieron juntos”,
comenzó Ikus, yo trate de que me soltara la mano pero no tuve éxito. Me apretó
con más fuerza y me jaló hasta que tuve su aliento rancio en mi oído, “fueron
felices, por mí, eso es lo que importa, eso es lo que hace que mi vida haya
tenido un propósito”.
Ikus se había convertido en un saco de papas, arrugado,
canoso y apestoso; me miraba desde el catre duro en que estaba agonizando, me
había prometido un secreto pero lo único que repetía era que ellos habían sido
felices, yo no sabía quién eran “ellos”, y menos me importaba su felicidad.
—Ikus, dime ya, o no podrás irte descansado, Ikus —lo
moví un poco y lanzó un gemido helado como la muerte.
—Él vivía una cuadra después de la mía, ella vivía atrás
de mi casa, ella y yo fuimos los mejores amigos, los mejores solo amigos.
—¿Estabas enamorado de ella? — no pude evitar
interrumpirlo. Ikus me miró y suspirando movió la cabeza para confirmar mi
pregunta.
—Ella siempre lo amo a él, pero él tenía una novia muy
hermosa, los cabellos negros le caían por la espalda como cascada, era la chica
de los sueños de cualquier chico, pero esa chica murió muy joven.
—¿Y así fue que tu
amiga pudo conquistarlo? — Me estaba pareciendo una historia terriblemente
aburrida.
—Una noche él se quedo esperándola hasta el amanecer, después
no la vio nunca más, mi Emma se hizo su amiga, y entre el consuelo fue naciendo
el amor, ellos eran tal para cual. ¿Cómo
dicen ahora?
—¿media naranja? — atiné a decir.
—No importa porque yo hice un destino para ellos, para
que estuvieran juntos, porque era la única manera de que Emma fuera feliz.
—Lo dices como una sentencia, para que tú sombra
estuviera en medio de esa relación… de tres.
Ikus me miró con furia, con su mirada azul atravesando mi
cráneo, descubrí que no quería ser el tercero, sino solo un artífice, un pirata
del destino, lo había girado a su antojo pero aún me negaba a imaginar de qué
manera.
Cuando murió, lo sepulté en el patio de su propia casa, donde él mismo me había indicado
que lo hiciera, había dicho que se quería ir con su secreto, que ya no le
interesaba liberarse diciéndomelo a mí, me quede alborotada sin saber que iba a
descubrir su secreto en el mismo lugar donde le lanzaba la tierra que cubriría para siempre su cuerpo de costal de papas.
Ahí en el fondo, vi un mentón y me detuve a observar bien la osamenta enterrada hacia
ya mucho tiempo, descubrí que pertenecía a una chica de hermoso cabello
negro que una noche jamás había llegado
a su cita.